Abrir el juego en la literatura infantil y juvenil
Artículo basado en la ponencia presentada por las autoras el 27 de
octubre de 2004 en San Miguel de Tucumán (Argentina), dentro del marco del
proyecto específico "De las Raíces a las alas" que, a su vez, forma
parte del Proyecto Integral de Lectura "Tucumán en tiempos de
lectura" (Plan Nacional de Lectura. Secretaría de Estado de Educación. Red
federal de Formación Docente Continua. Provincia de Tucumán.) (*)
(...) No digan nunca: ¡esto es natural!
Con el fin de que nada pase por inmutable.
En lo familiar, descubran lo insólito,
En lo cotidiano, develen lo inexplicable.
Que todo lo que se ha dicho habitual,
Cause inquietud. (...)
Bertolt Brecht
La transmisión de valores en la literatura para chicos
La experiencia de la literatura, si alguna vez va de verdad, si alguna
vez es verdadera experiencia, siempre amenazará con su fascinación irreverente
la seguridad del mundo y la estabilidad de lo que somos. Jorge Larrosa. (7)
La literatura, la lectura de textos literarios pone en peligro las
seguridades que sobre el mundo hemos construido, nos dice esta cita de Larrosa,
y es a partir de esta "fascinación irreverente" que violenta las
verdades fosilizadas
que nos dan el mundo como algo ya pensado y ya dicho,
como algo evidente, como algo que se nos impone sin reflexión.
(8)
Allí está el poder transformador de la literatura, nos dice Larrosa, y no en
aquellos textos que se dirigen al lector diciéndole cómo debe pensar el mundo y
a sí mismo, y qué debe hacer "para cambiarlo".
Desde hace no mucho tiempo atrás ha tomado fuerza inusitada, dentro del
campo de los libros para chicos y jóvenes, un discurso sobre el que quisiéramos
abrir la reflexión en esta oportunidad. Nos referimos a la llamada
"educación en valores" a través de los textos literarios. Quisiéramos
aquí preguntarnos por esta necesidad de vehiculizar valores a través del arte y
la literatura para chicos. ¿Por qué la literatura infantil ha resultado tan
permeable a este discurso que parece provenir de diversos ámbitos como el
pedagógico, el editorial, los medios de comunicación, e incluso el poder
político?.
¿Cuánto hay detrás de este mensaje pro-valores de "buenas
intenciones" pedagógicas y morales, y cuánto hay de estrategia de
marketing, de puerilidad, de autoritarismo y manipulación ideológica, tanto si
se lo observa desde la ética como del arte?
A casi nadie se le ocurriría hoy en día predicar la necesidad de transmitir
valores a través de la literatura para adultos (al menos desde la literatura
consagrada). Sin embargo no sucede lo mismo con el arte y los libros para
chicos. ¿Por qué?
Quizás, no sólo debamos reflexionar sobre la función del arte y la
literatura, sino también acerca de nuestra concepción de los destinatarios de
ese arte, ¿cuál es nuestra mirada sobre los niños y los jóvenes, cómo nos
situamos frente a ellos, y entre ellos y los objetos artísticos que les están
destinados?.
Colecciones completas dedicadas al binomio valores-literatura, libros
"hechos por encargo" para cubrir una demanda editorial: hay libros
para enseñar ecología, para hablar de la discriminación, para tratar
"temas difíciles" como la droga, el sida, la pobreza, la guerra...
Las editoriales embarcadas en esta cruzada nos ofrecen catálogos, afiches,
cuadernillos con actividades, toda una suerte de "merchandising" de
los valores. Pero para llevar a cabo esta difusión del "deber ser" no
sólo se recurre a los libros prefabricados con este propósito, la mejor
literatura infantil también es sometida a esta operación. Y entonces nos
encontramos con libros de
Roald Dahl o de
Tony Ross incluidos en una tabla de doble entrada destinada a los docentes, en
la cual se especifica muy didácticamente qué valores corresponden al libro en
cuestión. Estas acciones llegan al absurdo de suponer que un libro "es
mejor" (y por lo tanto debiera ser elegido para su compra) en la medida en
que mayor sea la cantidad de valores morales incluidos en él.
Las editoriales que actúan de este modo piensan que así venderán más, y
sabemos que para la producción de textos infantiles, al menos en nuestro país,
el mercado cautivo por excelencia es la escuela. Entran a jugar en relación con
esto el currículum y los contenidos transversales. Programas que se traducen en
actividades en donde la función del cuento en el aula es la de moldear la
imaginación infantil según un proyecto adulto del "deber ser", que
supone un control eficaz del sentido, la limitación interpretativa del lector,
la restricción de la polisemia de los textos. Por suerte ese control no siempre
es tan eficaz y los lectores encuentran formas no oficiales de leer que escapan
incluso a las intenciones de los mediadores, y en algunos casos de los textos
mismos.
Esta situación nos lleva a pensar en el estado actual de la formación de los
docentes en el área de la literatura. A partir de la experiencia de
capacitación podemos afirmar que una gran parte de los institutos de formación
no brindan las herramientas necesarias a los futuros maestros o profesores para
que en diversas situaciones de lectura puedan abordar un texto literario desde
su especificidad.
En publicaciones especializadas, congresos, jornadas, mesas redondas,
especialistas del campo se obstinan en instalar el predominio de la función
social en los textos destinados a niños y jóvenes. A todo esto debemos sumar la
pobreza del debate y la discusión. Como si este sometimiento de lo literario a
los valores fuera algo incuestionable.
Habría que preguntarse por qué hoy tiene tanta fuerza este discurso
dogmático de la pérdida de los valores, y su necesaria transmisión a las nuevas
generaciones. También deberíamos preguntarnos por qué la literatura y otras
ficciones parecen ser la forma privilegiada para esta transmisión.
¿Qué concepción de la lectura y del lector supone este uso moral de lo
literario?, porque no nos engañemos: la llamada "educación en
valores" no es sino una nueva forma
aggiornada de la vieja moralina
a la que históricamente ha estado ligada la literatura infantil desde sus inicios.
Ciertas rutinas de lectura en el aula suponen un contexto en que el lector a
priori cuenta con que el mensaje está allí para "ser bajado", para
intervenir en su formación. No es extraño encontrar casos en los que textos
irreverentes como "¡Silencio, niños!"
(9),
de Ema Wolf, en el que la parodia del deber ser escolar es justamente uno de
sus significados más notorios, sea leído por algunos docentes a sus alumnos
para enseñarles las reglas del buen comportamiento en el aula.
Dice Jorge Larrosa:
"La literatura excede y amenaza tanto lo que
somos como el conjunto de las relaciones estables, ordenadas, razonables que
constituyen el orden moral racionalmente ordenado. La literatura, como la
infancia, pone en cuestión la validez del mundo común." (10)
Quizás el mayor peligro al que se ha visto tentada la pedagogía es el
haberse visto constructora del mundo, la dueña del futuro, nos dice también
Larrosa en su artículo "El enigma de la infancia".
(11)
Si escuchamos o leemos los enunciados en torno a la "educación en valores"
a través de los textos infantiles y juveniles, sentimos esta fuerte impronta
autoritaria. Se toma de la literatura su carácter gratuito, se la despoja de su
libertad y se la pretende transformar en vehículo útil y eficiente para
construir seres humanos "mejores" que harán un mundo
"mejor" (según nuestros proyectos, claro). Voluntad de dominio sobre
las nuevas generaciones, voluntad de dominio, "antídoto" frente a la
palabra literaria.
La búsqueda de nuevos aires para la literatura infantil en Argentina
Afortunadamente no toda la literatura infantil y juvenil se somete a
aquellas marcas que la acercan más a lo formativo y la alejan de lo estético.
Un pequeño paseo histórico por lo sucedido en el campo de la literatura
infantil argentina hace ya dos décadas nos puede ayudar a ver cómo se intentó e
intenta "salirse de las casillas" frente a los textos fuertemente
escolarizados y frente al silencio impuesto por la dictadura militar.
El retorno de la democracia significó una eclosión de la producción
literaria para chicos y jóvenes y de los intentos de instalación de un campo
particular con actores y reglas propias. Sin embargo, sería injusto no recordar
algunas figuras anteriores a este momento histórico que fueron decisivas por su
mirada decididamente literaria y muy cercana a la cultura de los chicos. Nos
referimos en particular a dos de ellas,
María Elena Walsh y
Javier Villafañe.
Ambos tuvieron una particularidad destacable y original: unieron a una forma de
escribir desenfadada y absolutamente marcada por los juegos con el lenguaje (con
una total ausencia de las intenciones formativas), una experiencia riquísima
con otras formas de la cultura popular infantil como son la canción (en el caso
de Walsh) y el teatro de títeres (en el de Villafañe).
A partir del año 84, como decíamos antes, se produjo un muy interesante
cambio en la visión de la literatura infantil que se manifestó en varios
frentes. En el caso de la producción literaria, un grupo de escritores que
tenían en común no pertenecer al ámbito pedagógico, varios de ellos egresados
de
la Carrera
de Letras, comenzaron a publicar una literatura que intentó un quiebre con
aquello que tuviera que ver con la exigencia pedagógica. Nos referimos a
autores como Graciela Montes, Ema Wolf,
Graciela Cabal,
Laura
Devetach (que ya venía buscando otras formas de hacer literatura
para chicos desde los '70),
Ricardo Mariño,
Gustavo
Roldán y
Silvia Schujer,
entre otros. Una de las peculiaridades de este grupo fue que se conformó, más
explícitamente en unos casos que en otros, con un ideario de resistencia al
autoritarismo imperante hasta el momento. Produjeron textos donde se veía una
preocupación por buscar otro lenguaje, otras temáticas (muchas de ellas hasta
entonces vedadas por la censura y la autocensura), otras relaciones con la
ilustración, entre otras formas de renovación formal y argumental. El humor, en
sus variadas formas fue el camino más transitado por el que se buscó crear una
nueva estética. Estas producciones tuvieron cabida gracias a unas pocas
editoriales que apostaron a una nueva relación con los lectores infantiles y
con la escuela. Las que más se destacaron en este intento fueron Libros del
Quirquincho y Colihue, además de algunas colecciones específicas dentro de
grandes editoriales.
Otro de los frentes donde hubo una importante renovación fue el de la
mediación entre los libros y los chicos. El papel que jugaron entonces muchos
bibliotecarios, maestros, padres y otros mediadores fue de apropiación y
divulgación original y entusiasta de toda esta movida incluso en lugares del
país que hasta el momento habían sido privados del derecho a leer lo nuevo que
se producía. El Plan de Lectura del ‘85 dio un considerable impulso a esta
llegada con autores y libros a zonas antes olvidadas. Comenzó una época de
Jornadas y Congresos donde diversos actores del campo de la literatura infantil
comenzaron a reunirse y a pensar algunos temas que, quizás con demasiada
frecuencia, se limitaron a preguntarse si la literatura infantil y juvenil era un
género menor o no, o cómo había que promocionar la lectura. En cambio, la
especificidad de la literatura infantil o sus vínculos con la cultura de la
infancia y sus particulares formas de leer diversos lenguajes artísticos, entre
otras cuestiones que ubicarían a este objeto dentro de la literatura y no tanto
como a un producto cultural subsidiario de la educación, no fueron y todavía
distan de ser temas centrales de los lugares donde se reúnen y discuten los
mediadores. El de la literatura infantil fue y sigue siendo un campo bastante
autocomplaciente y reacio a los nuevos aires que una crítica seria habilitaría.
Sin embargo, en los años '90, todo este impulso que se caracterizó por
"salirse de las casillas" comenzó a ser reubicado por algunos
fenómenos que redujeron ese dinamismo inicial a un nuevo encorsetamiento. Una
gran parte de lo que era una novedad e intentaba tener un carácter autónomo, en
los últimos años de los ‘80, fue sometido a algunas operaciones del mercado, en
muchos casos en alianza con la institución escolar. Nos referimos a maniobras
tales como la canonización de varios de los autores que habían participado de
la renovación que antes comentamos. Se llegó al punto, que aun continúa con
fuerza, de publicar casi en forma exclusiva lo conocido, lo que garantice las
ventas. También se instituyeron modas que explotaban determinados géneros en
detrimento de otros. Aquellos tipos de libros que plantean algún tipo de
experimentación estética escasean en las publicaciones hechas en el país, y las
traducciones o las compras de derechos de obras extranjeras se reducen a una
mínima expresión, dejando fuera del alcance de los lectores argentinos obras y
autores consagrados a nivel mundial. Algunas editoriales que habían encabezado
el movimiento de renovación desaparecieron. El lugar de la literatura infantil
sigue sostenido por los grandes grupos, consolidados en esos años, que a pesar
de la tendencia a la uniformación del mercado no pueden evitar de vez en cuando
la edición de nuevos autores y obras interesantes. Hoy podemos hablar,
afortunadamente, en diversos lugares del país, de nuevos emprendimientos por
parte de editoriales pequeñas que buscan instalar nuevas miradas estéticas,
aunque, claro está, su presencia en el mercado es limitada y en inferioridad de
condiciones respecto a los grandes grupos.
Un logro de los ‘90 fue el crecimiento importantísimo del papel de la
ilustración en los libros infantiles. A la gran calidad y cantidad de
ilustradores argentinos se le suma una historia de lucha muy interesante y
original por la conquista de sus derechos junto a los escritores.
El humor y el libro-álbum, géneros innovadores en la literatura infantil
Uno de los medios a través de los cuales la literatura infantil actual ha
logrado burlar la intención pedagógica ha sido la parodia
(12). La
parodia permite a los textos infantiles tematizar y a su vez leer desde una
distancia crítica los lugares comunes de la literatura infantil y juvenil, sus
marcas fosilizadas. Por otra parte su necesaria referencia a otros textos o
géneros parodiados obliga al juego intertextual; es decir a la apelación a
otras obras, géneros, personajes, estilos... de la literatura infantil y
juvenil, o incluso de la serie literaria o de la cultura en general. Muchos
textos humorísticos escapan a lo establecido, no temen desarmar estructuras
narrativas convencionales a través del juego con otros lenguajes (como el
espectáculo, el cine, las series televisivas...), experimentan con géneros
dentro y fuera de la serie literaria.
Pero no sólo la parodia brinda posibilidades de innovación en los textos
infantiles. También el humor absurdo ha venido a ocupar un lugar importante
dentro de nuestra literatura para chicos. Ejemplos a destacar dentro de este
género son:
Historias de los señores
Moc y Poc (13)
de
Luis María Pescetti,
y
Los imposibles (14)
de Ema Wolf. No es casual que el absurdo sea uno de los géneros menos
frecuentados en las aulas (a pesar de tener una larga tradición dentro de la
literatura en nuestro país con autores como Julio Cortázar y Macedonio
Fernández). El humor absurdo supone la transgresión a las leyes lógicas y
racionales que organizan nuestra comprensión del mundo, así como a las normas
del lenguaje con el que pretendemos dar cuenta de esa realidad. En la
contratapa de
Historias de los señores Moc y Poc Pescetti señala respecto
de los personajes:
"Ellos no miran las cosas como todos lo hacemos, y de esa manera
‘las desarman’. Desarman la realidad, desarman el lenguaje, y al hacerlo nos
ayudan a verlo así y a preguntarnos ¿por qué no?, con lo cual le devuelven un
poco de gracia y libertad al mundo."
El humor, tanto en nuestro país como en la literatura universal, ocupa uno
de los lugares más relevantes en la producción de textos actuales. Autores como
Roald Dahl,
Gianni Rodari,
Christine
Nöstlinger o
Elvira Lindo permiten
con su humor irreverente la desmitificación tanto de aspectos temáticos como
formales de la tradición literaria para chicos, así como de la relación adulto
niño inherente a esa tradición.
Críticos y especialistas vienen señalando un tipo de libros, relativamente
nuevo, propio de la literatura para chicos, como particularmente experimental.
Se trata del
libro-álbum,
un género que se ha configurado en sus características actuales durante los
años '60 y que ha tenido difusión en nuestro país a fines de los '80 y durante
la década de los '90.
(15)
Los especialistas que intentaron definirlo destacan como constitutiva de
este género la relación entre el texto y las ilustraciones, pero en el
libro-álbum suele establecerse un contrapunto entre la imagen y la palabra,
donde la imagen muestra lo no dicho por la palabra, o la palabra dice lo dejado
a un lado por la imagen. En este tipo de libros, todos los elementos que lo
constituyen (incluidos el diseño gráfico, la edición, etc.) participan en la
producción del sentido.
Entre las diversos modos que adopta la experimentación en los libros-álbum
es común encontrarse con la transgresión de las formas convencionales de
narrar, ya sea a través de la fragmentación del texto o incluso de la adopción
de estructuras propias de la lírica, y en particular de la poesía infantil para
narrar una historia.
La profusión de referencias intertextuales es otra marca frecuente en este
tipo de libros. A través de dichas alusiones los libros álbum dialogan con
diversas manifestaciones de la cultura actual y de la tradición: otras obras
literarias, el cine, la historieta, la publicidad, las artes plásticas, los
dibujos animados... Este es el caso de la obra del inglés
Anthony
Browne . (16)
El juego intertextual que en este autor se manifiesta especialmente en las
ilustraciones, deviene parodia, homenaje y desacralización de las grandes obras
pictóricas y de otros referentes de nuestra cultura.
En los libros-álbum la necesidad de certidumbre atribuida habitualmente a
los libros infantiles se ve a menudo violentada por la ruptura de los límites
entre los planos de ficción y realidad. Un ejemplo de ello son los libros del
norteamericano
Chris Van Allsburg
(17),
en cuyas historias a menudo la irrupción de lo sobrenatural pone en jaque las
seguridades y certezas de lo real.
En la
serie del detective
John Chatterton de Yvan Pommaux
(18)
podemos observar otra de las características innovadoras de la narrativa
actual: la mezcla de géneros literarios. En estos libros la hibridación de
géneros constituye la base sobre la que se construyen los relatos. Los cuentos
tradicionales infantiles, como "Caperucita Roja",
"Blancanieves" y "
La Bella Durmiente", son narrados siguiendo las
convenciones del policial negro, el cine y la historieta.
Un texto ficcional convencional, como suelen serlo los libros infantiles,
tiende a volver invisibles sus técnicas de construcción. Lector y texto
comparten ciertas reglas implícitas, cuyo ocultamiento permite el efecto de
inmersión en la historia. Poner al descubierto las técnicas de la ficción,
tanto en el texto como en las imágenes es otra de las formas que adopta la
experimentación en los libros-álbum. Se trata de textos que se proponen poner
en evidencia la construcción de la ficción, tratando al texto como un artefacto
construido. Ejemplo de esto es
La flor más grande del mundo
de José Saramago y João Caetano
(19),
donde la voz narrativa finge ser la del autor y la historia que se cuenta versa
sobre el acto de contar esta historia. Otros ejemplos en los que la literatura
se propone hablar de sí misma, fuera del género libros-álbum, y dentro de la
literatura nacional son: la ya mencionada novela de Ema Wolf
Historias a
Fernández y
Cuento con ogro y princesa (20)
de Ricardo Mariño. En el caso del cuento de Mariño se parodian los personajes y
acciones habituales de los cuentos de hadas (algo que se ha vuelto lugar común
en la literatura infantil actual), pero se da una vuelta de tuerca al juego
paródico mediante la "confusión" de mundos que implica incluir al
autor y su hacer dentro de la historia, en un grado de igualdad respecto de los
personajes por él "creados". Esta confusión de planos de realidad (en
este caso entre "autor" representado y personajes de la historia que
escribe), derriba uno de los límites infranqueables para el verosímil realista:
el límite entre ficción y realidad.
La presencia de las imágenes en los libros destinados a los niños posee una
larga tradición que se remonta al
Orbis Pictus de Comenius publicado en
1658. También las "Alicias" de Lewis Carroll contenían ilustraciones
desde la versión manuscrita del autor
(21).
Sin embargo, persiste en nuestra cultura, y en particular en el ámbito
educativo, un preconcepto según el cual la imagen en los libros infantiles está
destinada sólo a decorar o acompañar pasivamente al texto. Esta subordinación
de la imagen a lo escrito llega incluso a establecer la rivalidad entre ambos
lenguajes; es posible escuchar aún a algunos docentes decir que durante la
narración de un cuento no muestran las ilustraciones a los niños para no
limitar su imaginación.
Existen actualmente en la ilustración de textos para chicos de nuestro país
y del mundo, propuestas estéticas que dialogan tanto con corrientes pictóricas,
como con otras esferas de nuestra cultura contemporánea (medios audiovisuales,
artes gráficas en general). Artistas que provienen de las artes plásticas, del
diseño gráfico, de la historieta son productores de ilustraciones de gran valor
artístico, que suponen un lector infantil capaz de leer y gozar estéticamente
de las imágenes que les están destinadas. Sin embargo estas tendencias
innovadoras chocan y conviven con textos cuyas normas estéticas reproducen las
ilustraciones estereotipadas pretendidamente infantiles de hace 30 o 40 años.
Ocuparnos de la ilustración en los libros para niños
(22), se
ha vuelto imprescindible. ¿Qué consecuencias devienen del diálogo entre la
ilustración y el texto escrito? ¿Cómo leer analíticamente el lenguaje de las
imágenes frente al cual nos sentimos desamparados la mayoría de quienes hemos
recibido una formación centrada en la lectura de textos escritos?.
Pero no sólo el texto y la ilustración deben ser tenidos en cuenta cuando
elegimos, cuando leemos o damos a leer un texto a los niños y jóvenes.
Daniel
Goldin, editor mexicano de libros infantiles, en una entrevista para
la Revista Latinoamericana
de Literatura Infantil y Juvenil, afirma:
"Los libros son muchas cosas pero son, antes que nada, objetos que
pesan, se tocan, huelen, se ven, compran o intercambian. Como objetos, se
instalan en nuestro entorno y suscitan emociones y vivencias que no pueden
agotarse en el nivel discursivo, ‘lo que dice el texto’, ni siquiera en lo que
dicen el texto y las imágenes. Esa dimensión material, que siempre está
presente en la lectura y a la que los promotores de lectura y muchos maestros y
bibliotecarios no prestan atención, es totalmente determinante en la formación
de un lector." (23)
Queda preguntarnos acerca del lector que postulan estas nuevas estéticas en
la literatura para chicos y jóvenes. En el caso del libro-álbum en particular
se trata de un tipo de libro cuyo origen está ligado a los primeros lectores,
aquellos que aún no poseen un manejo fluido del código escrito; sin embargo el
límite de edad (tan naturalizado en las prácticas de mediación propias del
campo de la literatura infantil), e incluso la frontera entre un lector niño y
un lector adulto no parece tan clara cuando leemos un libro-álbum. Lo mismo
sucede con textos paródicos y absurdos, que pueden ser leídos y disfrutados por
lectores pequeños tanto como por adolescentes y adultos.
Por otra parte, las ideas habituales acerca de lo que se considera leer son
puestas en cuestión por estos libros que otorgan a la imagen un lugar central.
Un niño que todavía no accedió a la comprensión del código escrito puede,
gracias al juego propuesto por la imagen, anticipar o contradecir los sentidos
que transmite el texto. Este tipo de libros confirma que se puede leer antes de
leer, si no nos atenemos a los parámetros clásicos de lo que se considera
"saber leer".
Tanto la parodia, como otras formas de referencia intertextual, suponen la
apelación a los conocimientos de los lectores dentro de la literatura como
fuera de ella, pero estas referencias no deben ser consideradas como un límite
en la selección de los textos, ya que por el contrario los lectores pueden
acceder a tales conocimientos (un cuadro famoso en el caso de un libro álbum,
por ejemplo) a partir del libro mismo.
Historias en las que el lector (y en algunos casos la voz que narra) no
acaban de saber qué ha pasado, o bien que impiden al lector olvidar que el
texto es un objeto construido, atentan contra formas de lectura
"inocentes" convencionalmente adjudicadas a niños y jóvenes. A partir
de la lectura de estos libros los chicos pueden iniciarse simultáneamente en el
conocimiento de las convenciones de la ficción, al mismo tiempo que leen
distintas formas de transgresión de tales convenciones.
Estos libros, a través de propuestas de innovación estética, se abren a
todos los niveles y posibilidades de lectura sin subestimar la capacidad de los
lectores, aun la de los más pequeños o de aquellos que tienen dificultades.
Abrir el juego en la selección de textos literarios
Para finalizar, nos parece importante destacar que el énfasis que pusimos en
comentar y analizar las nuevas formas narrativas y sus consecuencias en las
lecturas no excluye a los clásicos o a propuestas de calidad que están más
cerca de las formas tradicionales. Por lo contrario, nos parece más fructífera
la idea de ampliar el canon existente que la de una absurda y empobrecedora
oposición entre lo nuevo y lo viejo. Recordamos que la idea de canon tiene que
ver con procesos de selección de textos que dan cuenta de saberes, poderes,
ideologías, modas, ideas acerca de los lectores, etc. Como dice Claudia López,
"abrir
un debate acerca del canon quiere decir, cuestionar una autoridad: los libros
sagrados" (24).
Lejos de sacralizar autores, géneros, formas, pensamos en la importancia de no
excluir y de ser lectores críticos y abiertos a todo, hasta a lo que nos ofrece
resistencia. En esa idea inclusiva, por ejemplo, nos parece preocupante un
canon que apuesta a "lo seguro" o a "lo fácil" y deja
afuera a géneros que ofrecen más incertidumbre como, por ejemplo, la poesía y
la literatura fantástica.
Si pensamos que cada vez es más frecuente que los primeros encuentros de los
chicos con los libros sean los que tienen lugar en la escuela, la imagen de la
literatura que vayan conformando tendrá mucho que ver con nuestras elecciones,
con nuestras decisiones. Por eso, ser desafiantes, críticos, inquietos,
buscadores incansables, predispuestos al juego y, sobre todo, abiertos a la
hora de elegir textos para los lectores que empiezan su propio camino, podrá significar
quizás que las bibliotecas que ayudemos a formar estén pidiendo cada vez nuevos
y muy bien nutridos estantes.
Notas
(1) Alvarado, Maite. "La crítica de literatura infantil en
Argentina". En:
Memoria 27º Congreso Internacional
del IBBY de Literatura Infantil y Juvenil. Cartagena de Indias,
Colombia, 18 al 22 de setiembre de 2000.
(2) Wolf, Ema.
Historias a Fernández. Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1994. Ilustraciones de Jorge Sanzol.
Nota de
Imaginaria: Ver también el artículo
"La vida o el sueño.
Reflexiones sobre la relación entre el autor y el lector infantil en el libro
Historias a Fernández de Ema Wolf", de Cecilia Bajour.
(3) Shavit, Zohar. Poetics
of Children's Literature. Athens and London, The University
of Georgia Press, 1986.
(4) Alvarado, Maite y Massat, Elena. "El tesoro de
la Juventud". En:
Filología.
Año XXIV. Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1989.
(5) Montes, Graciela. Conferencia pronunciada en el Postítulo de Literatura
Infantil y Juvenil. Buenos Aires, Centro de Capacitación Docente CePA,
2003-2004.
(6) Mariño, Ricardo.
"Cambiando de
tema...". En:
La Mancha. Papeles de literatura infantil
y juvenil N° 8. Buenos Aires, marzo de 1999.
Nota de
Imaginaria: El artículo también fue publicado por
Imaginaria,
aquí.
(7) Larrosa, Jorge. "Venenos y antídotos". En:
La experiencia de
la lectura. Barcelona, Laertes, 1998.
(8) Larrosa, Jorge. "La novela pedagógica". En:
Pedagogía
Profana. Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, 2000.
(9) Wolf, Ema. "¡Silencio, Niños!". En
¡Silencio, niños! y
otros cuentos. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1997. Ilustraciones de Pez.
(10) Larrosa, Jorge. "Venenos y antídotos". En:
La experiencia
de la lectura. Barcelona, Editorial Laertes, 1998.
(11) Larrosa, Jorge. "El enigma de la infancia". En:
Pedagogía
profana. Buenos Aires, Ediciones Novedades, Educativas, 2000.
(12) Como señalan Maite Alvarado y Elena Massat, haciendo alusión a
La
escuela de las hadas de Conrado Nalé Roxlo:
"A menudo
esta absorción de la intención apelativa por la narración se da a través de la
autorreferencia: tematizando o parodiando, muchos relatos infantiles se
refieren al ‘enseñar’. Así, en La escuela de las hadas, Conrado Nalé Roxlo
tematiza, bajo la forma de la novela de iniciación, lo apelativo didáctico, que
pierde su peso mensajístico, entre otras cosas, porque el texto construye una
enunciación representada delegando en los personajes el juego de enseñar y
aprender." En: "El tesoro de la juventud", Revista
Filología,
Año XXI, Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1989; pág. 54.
Cabe aclarar que también la parodia ha llegado a cristalizarse en algunos
textos infantiles perdiendo su fuerza transgresora para caer en una forma más
de la repetición y el estereotipo.
(13) Pescetti, Luis María.
Historias de los señores Moc y Poc. Buenos
Aires, Editorial Alfaguara, 2003. Ilustraciones de
O'Kif.
(14) Wolf, Ema.
Los Imposibles. Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1988. Ilustraciones de Jorge Sanzol.
(15)
Los libros álbum han
tenido poco desarrollo en nuestro país. Muchos de estos textos, obra
de autores de reconocimiento universal como Anthony Browne, Chris Van Allsburg,
David Mc Kee..., llegaron a nuestro país a través de la
colección Los
especiales de A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica de
México. Estos libros importados se volvieron prácticamente inaccesibles
por su costo a partir de fines del 2001. Actualmente pequeñas editoriales como
Pequeño
Editor y Ediciones del Eclipse están desarrollando colecciones
dedicadas a los libros-álbum en Argentina.
Para ampliar la información sobre este tema consultar los artículos:
(16) Otros títulos de este autor se destacan por el juego intertextual son:
Willy
el soñador (México, Fondo de Cultura Económica, 1997) y
Las pinturas de
Willy (México, Fondo de Cultura Económica, 2000), ambos en la colección Los
especiales de
A la orilla del viento.
(17) Algunos títulos de este autor en castellano:
El higo
más dulce (México, Fondo de Cultura Económica, 1995),
Jumanji
(México, Fondo de Cultura Económica, 1995),
Los misterios del Señor Burdick (México,
Fondo de Cultura Económica, 1996),
Mal día en Río Seco
(México, Fondo de Cultura Económica, 2000) —todos en la colección Los
especiales de
A la orilla del viento—, y
El Expreso Polar
(Caracas, Ediciones Ekaré, 1998. Colección Libros de Todo el Mundo).
(18) Pommaux, Yvan.
Lilia
(Caracas, Ediciones Ekaré, 1999),
Detective John
Chatterton (Caracas, Ekaré, 2000) y
El sueño
interminable (Caracas, Ekaré, 2002), todos en la colección
Libros de Todo el Mundo.
(19) Saramago, José (texto) y João Caetano (ilustraciones).
La flor más
grande del mundo. Traducción de Pilar del Río. Madrid, Editorial Alfaguara,
2001.
(20) Mariño, Ricardo.
Cuento con ogro y princesa. Buenos Aires,
Ediciones Colihue, 1987. Colección El Pajarito Remendado. Ilustraciones de
Laura Cantón. (Existe edición entregada con el periódico Página/12; Buenos
Aires, 1999.)
(21) El manuscrito de las
Aventuras de Alicia Bajo Tierra, que
Dodgson obsequió a Alice Liddel el 26 de noviembre de 1864, incluía 37 dibujos
hechos por él mismo. Carroll
"escribía dando por sentada la presencia
de ilustraciones. ‘Si ustedes no saben qué es un Grifo, observen la
ilustraciones’, dice a los lectores en el Cap. IX de las Aventuras; quienes en
el Cap. XI quieren saber cómo el Rey se puso la corona sobre la peluca son
remitidos al frontispicio. Las imágenes dan detalles en los que el autor no se
pierde, para concentrarse en el diálogo (...) al mismo tiempo no son un
aditamento superfluo, sino la realización del texto. Buscó como ilustradores artistas
de primera línea. A todos pagó generosamente, a todos controló trazo por trazo
y con todos discutió el plan y el detalle de cada dibujo hasta la exasperación.
Comparando los apuntes que a menudo proporcionaba al ilustrador con los dibujos
finalmente publicados, no quedan dudas de que se lo debe considerar coautor
intelectual de las ilustraciones: muchos de los trabajos de Tenniel y Furniss
son bellas realizaciones de sus bosquejos, a los que siguen con precisión y
fidelidad." Nota de Eduardo Stilman para
Los libros de Alicia. La
caza del Snark. Cartas. Fotografías, de Lewis Carroll. Buenos Aires,
Ediciones de
la Flor,
Best Ediciones, 1998. Traducción anotada de Eduardo Stilman. Prólogo de Jorge
Luis Borges. Ilustraciones de John Tenniel, Henry Holiday, Lewis Carroll y
Hermenegildo Sábat.
(22) Respecto a los libros ilustrados señala Margaret Meek: "Un libro
ilustrado invita a todo tipo de lectura y permite la invención de un conjunto
de historias en vez de una sola. Sólo los libros ilustrados, con su variedad de
perspectivas y puntos de vista, técnicas artísticas y formas de enseñar
convenciones respecto a imagen y texto, ofrecen la oportunidad y los medios
para definir la poética de una literatura que se dirige exclusivamente a los
niños. En el artículo "¿Qué se considera evidencia en las teorías sobre
literatura para niños?", por Margaret Meek, en
Un encuentro con la
crítica y los libros para niños (Caracas, Banco del Libro, 2001; colección
Parapara-Clave).
(23) Guzmán, Malí. "Especiales
A la orilla del viento.
Entrevista con Daniel Goldin". En:
Revista Latinoamericana de
Literatura Infantil y Juvenil N° 12; Bogotá (Colombia), Fundalectura,
julio-diciembre de 2000, pág. 26.
(24) López, Claudia. "Venturas y desventuras del canon literario en la
escuela". En:
La
Mancha. Papeles de literatura infantil y juvenil
Nº 5. Buenos Aires, noviembre de 1997; pág. 18.
(*) El texto de la ponencia original fue publicado en
De las raíces a
las alas. Tucumán en tiempo de lectura, segundo dossier (San Miguel de
Tucumán, Plan Nacional de Lectura, diciembre de 2004).
Bibliografía
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Argentina". En:
Memoria 27º Congreso Internacional del IBBY de
Literatura Infantil y Juvenil. Cartagena de Indias, Colombia, 18 al 22 de
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la Juventud". En:
Filología.
Año XXIV. Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1989.
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infantil y juvenil actual. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998.
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La
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Guzmán, Malí. "Especiales
A la orilla del viento.
Entrevista con Daniel Goldin". En:
Revista Latinoamericana de
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Fundalectura, julio-diciembre de 2000.
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experiencia de la lectura. Barcelona, Laertes, 1998.
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Mancha. Papeles de literatura infantil y juvenil
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sobre literatura para niños?". En:
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libros para niños. Caracas, Banco del Libro, 2001. Colección
Parapara-Clave.
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Ana
María Machado y Graciela Montes. Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 2003. Colección La llave.
Montes, Graciela. Conferencia pronunciada en el Postítulo de
Literatura Infantil y Juvenil. Buenos Aires, Centro de Capacitación Docente
CePA, 2003-2004.
Pescetti, Luis María. "Prólogo". En
La Mona Risa.
Madrid, Editorial Alfaguara, 2001. Este texto también se encuentra publicado en
la página web del autor:
www.pescetti.com.
Shavit, Zohar. Poetics of Children's
Literature. Athens and London,
The University of
Georgia Press, 1986.
Nota de Imaginaria: Las ilustraciones que acompañan a este
artículo son de la artista inglesa Kate Greenaway (1846-1901) y pertenecen a su
obra
Book of Games (Routledge, 1989).
Cecilia Bajour (
cecibajour@infovia.com.ar) es Profesora en Letras. Se
desempeña como docente en
la
Escuela de Capacitación (CePA), de
la Secretaría de Educación
del Gobierno de
la Ciudad
de Buenos Aires. Es miembro del Equipo de Coordinación Académica del Postítulo
de Literatura Infantil y Juvenil, y coordinó
la Cátedra Abierta
"Nuevas miradas sobre la literatura infantil y juvenil
contemporánea". Forma parte del Equipo de Coordinación del Programa de
Capacitación para Maestros Bibliotecarios de
la Ciudad de Buenos Aires
(todas instancias organizadas por CePA). Es docente de Literatura Infantil en
la Licenciatura en
Letras de
la
Universidad Nacional de San Martín. Participa como expositora
en Jornadas y Congresos de la especialidad.
Marcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras de
la Universidad Nacional
de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e
Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación
del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro
Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de
Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos
de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en
el área de la literatura infantil y juvenil en
la Escuela de Capacitación
Docente (CePA), de
la
Secretaría de Educación del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, y
profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil"
de la misma institución.