Una escritora precoz
Elsa nació el 20 de febrero de 1952, en el barrio de Parque de los Patricios, en la ciudad de Buenos Aires. Hija de Blanca Nieves Fernández —nombre sin duda premonitorio—, una argentina descendiente de portugueses y españoles, y de Wilhelm Karl Henri Bornemann, un alemán, de profesión relojero, experto en relojes de torres y campanarios. Era la más pequeña de tres hermanas: Hilda, Margarita y Elsy, como la conocían los íntimos. La lectura fue fundamental en su infancia. «En mi casa podían faltar muchas cosas, pero libros, no», confesó en una entrevista. «Mamá y papá leían mucho. Mi mamá tenía los libros que no se podían leer forrados de blanco y, cada vez que me quedaba sola, me iba corriendo a buscar uno de los blancos. Así leí el libro El matrimonio perfecto; Ana Karenina», contó la autora en otro reportaje que le hiciera el diario LA NACIÓNEn la Escuela Normal Superior N.° 11 Dr. Ricardo Levene, muy cerca de la Maternidad Sardá, donde había nacido, se recibió de maestra. Más tarde egresó de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) con el título de profesora en Letras. Desde muy temprana edad supo que quería ser escritora. No bien empezó a cursar estudios universitarios —la literatura infantil y juvenil como un campo cultural y los libros para niños como bienes de consumo eran incipientes, marginales y menospreciados—, tuvo claro que el destinatario de sus creaciones literarias serían los chicos, esos «lectorcitos» o «amorcitos», como ella solía llamarlos en sus característicos prólogos. Ella fundó una manera muy estrecha de acercarse a sus lectores.
A los dieciocho años publicó Tinke-tinke, su primer libro de poemas o versicuentos, según su propia denominación. Este poemario lo había escrito a los 14 o 15 años. La conocida periodista Paloma Efrom (Blackie) elogió en su programa radial con tanto entusiasmo a la novel y joven escritora que enseguida se agotó la primera edición del libro. Un año más tarde, en 1971, publicó El espejo distraído, otro libro de poesías para niños que en 1972 mereció la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Luego lanzó infinidad de cuentos que inmediatamente fueron bien recibidos y se volvieron clásicos dentro del repertorio de las maestras jardineras a la hora del cuento. Basta mencionar algunos títulos: «Cuento con caricia», «Cuello duro», «El cumpleaños de Lisandro», «Sobre la falda», «Una trenza tan larga...» y muchos más que seguramente están en la memoria de alumnos y docentes.
Poemas y cuentos infantiles ocupan mucho espacio
En 1975 se publicó la primera edición de Un elefante ocupa mucho espacio, una antología de cuentos incluida en 1976 en la Lista de Honor del Premio Hans Christian Andersen, elaborada por International Board on Books for Young People (IBBY), una de la más prestigiosas instituciones abocadas a promover la circulación de libros infantiles de calidad por todo el mundo. Un año después, ese libro fue prohibido en la Argentina por el gobierno de facto. El decreto 3155/1977 del Poder Ejecutivo Nacional a cargo de la Junta Militar argüía: «se trata de cuentos destinados al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo» y que «de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone». Más adelante, finalizada la dictadura, la autora tuvo acceso, a través de la Cámara del Libro, al sumario completo en el que se recomendaba la censura de su libro. El cuento que daba título a esta antología narraba la historia de un grupo de animales que decide realizar una huelga porque se resistían a vivir encerrados dentro de un circo. En ese contexto histórico era inevitable relacionar lo que acontecía en el entorno con el contenido alegórico de lo narrado. El informe, elaborado por un grupo de escritoras argentinas, no solamente tildaba de subversivo a este relato, también se hacía un minucioso análisis de cada uno de los quince cuentos. Recién con el retorno de la democracia, en 1984, se pudo volver a publicar esta obra. Todos los relatos que componen el libro, protagonizados por personajes con algún rasgo por fuera de lo establecido, funcionan como parábolas de la libertad, de la amistad, de la solidaridad y de la justicia.
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